Actualizar, en una de muchas acepciones, significa poner acorde con el tiempo. Se actualiza lo valioso, lo que, por haber demostrado su eficacia, merece mantenerse,
aunque insuflándole nuevos bríos o, lo que es parecido, dotándolo de energía renovada. A nadie se le ocurriría actualizar lo obsoleto, cuyas propiedades ya han sido superadas por el desarrollo, pues su actualización costaría mucho más que su sustitución por algo nuevo, mucho más eficiente.
En el caso de la llamada "actualización cubana" se producen algunas incongruencias: en primer lugar, se pretende actualizar algo arcaico, fracasado, que a lo largo de su existencia ha demostrado su inviabilidad práctica y, además, esta actualización se pretende llevarla a cabo "a paso de entierro de rico" y plagada de restricciones absurdas, que reducen su efectividad para oxigenar la agonizante economía nacional, ya que la "encorsetan" aún más, dificultando su respiración. La cruda realidad lo demuestra.
Ninguna de las medidas tomadas hasta ahora, la mayoría simples legalizaciones de lo que durante años se venía haciendo de forma ilegal, han representado mejorías para el ciudadano de a pie y, menos aún, un auge económico. Es más, ni siquiera han traído soluciones estables a muchos de los principales problemas, como el relacionado con la alimentación, que cada día es más precaria y más cara. En realidad "ha sido mucho mayor el ruido que las nueces", independientemente de las acostumbradas declaraciones triunfalistas, a las que estamos tan acostumbrados.
El hecho radica en que lo necesario no es "actualizar" sino "cambiar". Lo que no sirve debe sustituirse por algo que sirva o que, al menos, haya demostrado ser mejor. Si no se acaba de abandonar la "engañifa ideológica" y las eternas consignas vacías, nunca se saldrá del atolladero en que nos han metido. Es continuar enredándonos en la insoportable madeja de estos cincuenta y cuatro años, sin presente y sin futuro, viviendo del pasado, aferrados ahora a unos "lineamientos genéricos", que pretenden decir mucho sin decir realmente nada.
El cambio constituye una necesidad impostergable, tanto en lo económico como en lo político y social. Sin él el camino continuará bloqueado, y éste si es un bloqueo real.
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