En la prensa oficialista, sin asomo de vergüenza, se informa de una ciudadana norteamericana que, asistiendo a una intervención pública de su presidente en la Universidad de Defensa Nacional, lo interpeló y hasta cuestionó varios de sus planteamientos, según algunos periodistas presentes, de forma grosera. La importancia de la noticia, para los cubanos, radica en que, lo que hizo esta ciudadana y a menudo hacen otros muchos en los Estados Unidos y en otros países
democráticos, pues tienen derecho a hacerlo, en el nuestro no se permite y, además, se considera un hecho grave que hasta puede acarrear años de cárcel.
En otro artículo se informa que, en asamblea ramal de la prensa escrita del IX Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba, algunos de ellos se hicieron la pregunta: "¿Qué periodismo requiere el socialismo cubano, ese que transita por tiempos de cambio para fortalecerse?". Las respuestas resumidas contienen un denominador común: solicitar al Estado un periodismo menos tutelado o sea, pedir autorización para ser más críticos, siempre "dentro de los desafíos que encuentra el país, en medio del incesante y recrudecido acoso del gobierno norteamericano, que no renuncia a su propósito de fracturar el proyecto socialista del país…" y bla, bla, bla. Los periodistas, sin el menor rubor, aceptan el control estatal sobre lo que escriben y dicen, y su reclamo consiste únicamente en que "los dejen escribir y decir un poco más". Tengo entendido que los derechos no se mendigan, sino que se exigen.
En otro espacio se escribe sobre un "tuitazo por Cuba" (entiéndase por los Cinco, que ahora, si la matemática no me falla, son cuatro), acompañado de un "plantón" frente a la Casa Blanca. Retomo el inicio de mi post: ¡Qué maravilloso poder hacer todo esto libremente, sin que nadie lo interfiera! Es tan sano y seguro como un día de picnic. Aclaro: en los países democráticos, porque si nos referimos al nuestro, todas estas serían consideradas "acciones desestabilizadoras orquestadas por los mercenarios locales, cumpliendo órdenes del imperio". Así de simple.
Me llama la atención cómo, personas que se supone sean inteligentes, se prestan a este sucio juego político y participan en él, como si estuvieran realizando un acto meritorio, por el cual merecen respeto y hasta aplausos. Creo que la solución de los problemas entre los gobiernos de Cuba y de los Estados Unidos (y digo gobiernos) debe transitar por el diálogo, pero no considero que a él se llegue por estos caminos tortuosos, sino con la verdad, la honestidad y la franqueza, asumiendo cada quien sus responsabilidades.