Foto Rebeca
El trabajo por cuenta propia, ante la inestabilidad de las decisiones de las autoridades correspondientes, continúa dando tumbos, y su avance y consolidación como una opción legal de vida para miles de ciudadanos, cada día
se hace más complicada. Aunque oficialmente se declara que, con relación a él, se mantiene la misma política por la cual en su momento se autorizó, y que lo único que se pretende con las nuevas regulaciones es poner mayor orden, en la práctica no resulta así.
Aparte de la confusión generalizada entre lo autorizado y lo no autorizado, motivada fundamentalmente por las regulaciones genéricas, ambiguas, extremistas y burocráticas del Ministerio del Trabajo y Seguridad Social, del Ministerio de Finanzas y Precios, de los Consejos de la Administración del Poder Popular y de otros implicados, más las arbitrariedades de los inspectores y otros controladores, exigiendo el cumplimiento de disposiciones inexistentes e imponiendo exageradas multas, según sus interpretaciones personales, el caos creado hace de la práctica del mismo un verdadero infierno.
Hoy por hoy, debido a toda esta desorganización institucional, subsiste por la tenacidad de quienes lo practican, arriesgando recursos y esfuerzos, en actividades que ni sus propios impulsores han sido capaces de definir dentro de serios marcos legales, dejando todo a futuros estudios, ajustes y precisiones, como gustan de responder las autoridades a quienes se les pregunta, demostrando su precariedad profesional para detentar los cargos que ocupan. Mientras los incondicionales incompetentes constituyan mayoría en las diferentes instancias de la administración estatal, las soluciones brillarán por su ausencia, la cuerda se continuará tensando hasta romperse, con las implicaciones que ello conlleva, y los problemas se acumularán.,
Parece que el trabajo por cuenta propia, surgido como una necesidad para resolver los empleos que el Estado es incapaz de asegurar a sus ciudadanos, continúa atemorizando a quienes se vieron obligados a autorizarlo, los cuales, ni con ayuda de sus muchos asesores, encuentran las vías para controlarlo sin asfixiarlo totalmente y, lo que más les interesa, sin perder ninguna de sus prerrogativas hegemónicas de tantos años. Sucede, sin embargo, que los ciudadanos de hoy no se parecen en nada a los de ayer: ya están cansados de cuentos y de imposiciones y están dispuestos a defender sus derechos de sobrevivencia.