Rebeca

Hojeando alguna prensa extranjera, concretamente un ejemplar del periódico español El País que alguien me prestó, encuentro una información internacional de carácter interesante: resulta que, según un informe recién publicado por el Banco Mundial, la pobreza mundial en 2010 es la mitad de la que era en 1990 y, en todas partes del globo disminuyó el número de pobres. Más aún, entre 2005 y 2008, del Africa subsahariana a América y de Asia a Europa oriental, se redujo la proporción de las personas que viven en pobreza extrema (cuyos ingresos son menores de 1,25 dólares diarios). Todo esto, debido al crecimiento de las economías de los países emergentes (China, Brasil, India) y de los en desarrollo en América Latina, Asia y Africa. Tan es así, que el mundo alcanzará antes de tiempo las metas señaladas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que 193 países miembros de las Naciones Unidas acordaron en el año 2000: una de las metas era reducir la pobreza extrema a la mitad en el año 2015 y se ha alcanzado en el 2010, cinco años antes. Esto no quiere decir que todo esté resuelto, pero resulta algo optimista en época de crisis. Hasta aquí la información, más o menos resumida. Ahora, a lo que voy.

¿Cómo es que por acá, tan preocupados por la pobreza en el mundo (la nacional no interesa), los periódicos, la radio y la televisión (incluida la Mesa Redonda), no se han pronunciado sobre lo publicado en este informe? Bueno, no es nada nuevo obviar la información que compromete el discurso oficial y, por lo tanto, no debe sorprendernos. Quiero detenerme en el parámetro establecido para medir la pobreza extrema: 1,25 dólar diarios o sea, el equivalente a unos 38 dólares mensuales. Resulta que por acá, el salario medio de un profesional equivale a unos 20 dólares mensuales (66 centavos de dólar diarios); otros son menores, no superando los 15 (50 centavos de dólar diarios). ¿Quiere esto decir que la mayoría de los cubanos vivimos por debajo del nivel de pobreza extrema? ¡Parece que sí!

Habrá defensores del modelo, que aleguen que la atención a la salud y la enseñanza son gratuitas, y que se ofertan productos alimenticios subvencionados a bajos precios. En realidad, ni la una ni la otra son realmente gratuitas: están sobre pagadas, con lo que dejan de recibir los ciudadanos con sus salarios de miseria, además de ser servicios deficientes y de baja calidad. Los casos particulares que se utilizan para la propaganda, son sólo eso: pura propaganda. ¡Una paloma no hace una bandada! Lo de los productos alimenticios es sólo una falacia, ya que son unos pocos y no cubren las necesidades precarias de nadie más allá de una semana, debiendo adquirir todo lo demás, a precios excesivamente elevados, en las redes comerciales estatales en cualquiera de las dos monedas.

¡Es importante, de vez en cuando, enterarse por otros medios de lo que acontece en el mundo!